La ironía en la serie Trainspotting, de Danny Boyle
Es una novela del escritor Irvine Welsh, publicada en 1993. Fue tan bien recibida por la crítica, que no tardó en ser llevada al teatro, y poco tiempo después se adaptó al cine de la mano del director inglés Danny Boyle –conocido actualmente además por dirigir Slumdog millonaire (2008), Steve Jobs (2015) y Yesterday (2019). Trainspotting se convirtió en una de las películas icónicas de la década de los noventa. Con su muy particular sentido de la ironía, Boyle presenta la historia de un grupo de jóvenes amigos que no solo se cuestiona el mundo en el que vive, sino que abiertamente lo rechaza. La primera entrega de esta serie está llena de escenas acompañadas de una voz en off que enuncia la hipocresía de lo socialmente aceptado. La segunda entrega, ubicada veinte años después, retrata una visión nostálgica de la vida de los protagonistas ya adultos, respetando el cinismo que envuelve la historia.
Trainspotting
Una visión demoledora sobre el abuso de las drogas y su realidad paralela dirigida por un entonces desconocido Danny Boyle. Es la historia de Mark Renton (Ewan McGregor), un joven que vive inmerso en el mundo de la heroína y del que se siente tan enganchado que es incapaz de abandonarlo pese a los múltiples riesgos que va a sufrir a lo largo de la historia.
Junto con sus amigos "Sick Boy" (Jonny Lee Miller), "Spud" (Ewen Bremmer) y "Franco" Begbie (Rober Carlyle, 'Full Monty') forma un grupo realmente variopinto, en el que cada uno tiene sus propios vicios y trata de ayudar a los demás a experimentar y probar una serie de sustancias de las que apenas tienen constancia. Todos ellos tienen la intención de luchar en la vida contra los terribles efectos de las drogas, pero las tentaciones son muy grandes y su fuerza de voluntad un tanto escasa.